La noche se apresuro a llegar, ella sola en su habitación,
rodeada de obscuridad se disponía, por fin, a descansar. El cansancio
acumulado, exigía sin duda al cuerpo reposar.
Cambio sus ropas, uso algo mucho más liviano, un conjunto de
seda y satín abrazarían su cuerpo esa noche. El color fucsia del traje,
resaltaba en las sabanas blancas que cubrían la cama en donde emprendería un
viaje con Morfeo.
Los últimos retoques antes de su encuentro con Morfeo, cepillarse
el cabello, formar con el una trenza, su habitual rutina de limpieza facial,
verse al espejo y admirar su cuerpo, tal vez no perfecto, pero perfectamente
orgullosa del mismo.
Se dirigió a la cama, poso su cuerpo sobre ella, se cubrió con
las sabanas, acomodo delicadamente su cabeza sobre la almohada, espero que el,
Morfeo, llegara y la abrazara y la llevara a ese viaje de ocho horas al que
hace ya algún tiempo no había podido asistir, pues siempre había un compromiso
que atender.
Paso la primera hora, el no llego. Su mente empezó a divagar
entre las preocupaciones del día, los tormentos de la semana, la ausencia del
amor, de su amor. Durante la segunda hora las lagrimas brotaron, pensó en cada
momento bello que a adornado su vida con una sonrisa, que ha agregado motivos a
su felicidad.
La tercera hora llego, el reloj marcaba la una de la
madrugada, sus ojos cansados de llorar, su mente cansada de pensar, Morfeo, su único
consuelo tardaba aun en llegar, pensó en el, lo llamo en su mente, pidiéndole que
llegara que esta noche, ansiaba sus brazos y por fin descansar.
Cuando sonaron las 3 campanadas sonaron su mente aun
divagaba entre el ser o no ser, su cuerpo empezó a sentir frio, necesitaba su
calor, extrañaba sus caricias, extrañaba a su amor, su corazón se retorcía mientras lo pensaba, su
cuerpo le necesitaba.
Sus manos fueron sus cómplices, su mente creativa empezó a
imaginar. Imagino que sus manos eran las de su amor, empezó a acariciarse el
rostro, el cuello, los brazos, su cuerpo pedía más. Sus manos nunca dijeron no,
acariciaron las curvas de sus pechos y de inmediato empezó a reaccionar, mientras
tanto cerraba los ojos y veía su imagen, su corazón latía sin descanso.
Sus manos continuaron, su recorrido triunfal, recorriendo su
cuerpo mientras su mente graficaba e imaginaba que era su amor quien hacia su
cuerpo vibrar, sus dedos llegaron al punto que ya todos conocemos, el placer creció,
su cuerpo se estremeció, su mente logró que fuera el quién la hiciera sentir,
lo que ella catalogó un orgasmo.
Todo paso, el reloj marcaba las cuatro, Morfeo aun no la
visitaba y fue donde recordó que estaba en soledad, que no había sido su amor
quien la hiciera sentir el placer, cerró los ojos, una lágrima mas brotó,
Morfeo al fin se apiado, la abrazo y en sus brazos la llevo al paraíso del
sueño.
Cuatro treinta, la alarma sonó, era hora de empezar una
nueva jornada, se despidió de Morfeo, le agradeció la visita y le pidió que la próxima
noche no faltara y si así fuera, que por favor, su amor estuviera con ella.
Una nueva jornada empezó, su rutina diaria también, un baño,
su ropa de trabajo, cartera lista, y las ganas de encontrar a su amor esa
mañana. Pero no fue así, solo le quedaba seguir con la esperanza de que su amor
volviera a su corazón, y que al finalizar la jornada pudiera junto con el poder
descansar.
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